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Kafka, enamorado y guerrillero

JAVIER LÓPEZ REJAS | Publicado el 15/03/2013 |  Ver el número en PDF

¿Pueden conjugarse vida y arte? ¿Qué precio hay que pagar por no renunciar al compromiso? El autor Luis Araújo ha elegido la agitada vida sentimental y artística de Kafka para contestar a estas preguntas sobre un escenario. Su obra 'Kafka enamorado', que narra la relación entre el escritor de 'El proceso' y Felice Bauer, llega hoy al Teatro María Guerrero.


En su abundante correspondencia sentimental, Kafka llega a escribir: “Tengo la cabeza como una estación de ferrocarril, con trenes que parten, trenes que llegan, aduanas, el inspector jefe de fronteras me acecha, esperando mi pasaporte...”. Ése era el autor de La metamorfosis, un espíritu en permanente lucha con unos sentimientos que le arrastraron a lugares en los que nunca quiso estar: “Los besos por escrito no llegan a su destino, se los beben por el camino los fantasmas”.

Quizá provocado por ese choque de trenes interior o por esos fantasmas insaciables, Kafka dedicó su vida a desentrañar sus obsesiones como un sacerdocio, abrió la modernidad de par en par con personajes como Gregorio Samsa y Josef K. para que pudiesen transitar por sus páginas, esta vez sin pasaportes, los conflictos esenciales del ser humano contemporáneo. Y a esta misión se ha dedicado el autor Luis Araújo (Madrid, 1956) en Kafka enamorado, una obra que se estrena hoy en el Teatro María Guerrero de Madrid bajo la dirección de José Pascual y la interpretación de Beatriz Argüello, Jesús Noguero y Chema Ruiz.

El montaje muestra una historia real, la relación amorosa entre Kafka y Felice Bauer, tan compleja como sus protagonistas, que ven cómo se interpone entre ellos la autoridad familiar, las profesiones de ambos y un fuerte obstáculo de fondo: la literatura. Kafka llegó a la conclusión de que una vida matrimonial, burguesa y ordenada era incompatible con su dedicación a la escritura. “La biografía de Kafka es bastante desconocida a pesar de la enorme difusión de su obra -señala Araújo a El Cultural-. Sin embargo, su vida es una peripecia fascinante que pone de relieve el compromiso y la enorme dificultad que supone dedicarse a una literatura de calidad que indague en la experiencia humana. La calidad supone sacrificio, pero de eso hoy no queremos saber nada”. Araújo ha manejado para escribir Kafka enamorado textos del autor de El castillo. Cartas, diarios, cuadernos y varias biografías, en especial la de su amigo Max Brod, han pasado por sus manos para documentar cada una de las ráfagas existenciales que podrán verse sobre el escenario del CDN. No podía faltar entre estas referencias el emocionado estudio que Elias Canetti realizó en El otro proceso de Kafka (Sobre las cartas a Felice).

Araújo no quiere desvelar qué citas aparecen textualmente en la obra y prefiere que sea el espectador el que las “rastree” como parte del juego. “Aunque le diré que la última cita es la más conocida de todas”. Para el autor, la relación entre el escritor y Bauer desembocó en una enfermedad incurable: “Fue determinante en su vida como escritor y como persona”. Pero, ¿cómo miró el teatro el creador de Informe para una Academia? “Vivió la eclosión de las vanguardias de principios del siglo XX. Bebió de todos los movimientos y se interesó por todos los avances. Quizá su mayor aportación sea la desnaturalización del sentimentalismo. En cierto modo, la literatura de Kafka abre puertas al distanciamiento brechtiano. Busca al personaje como sujeto pasivo de una maquinaria que le supera y le maneja”. Quizá por todo ello, el corpus de Kafka, que incluye títulos como América o Carta al padre, puede conectar con la actualidad sin retorcer los argumentos. “Sufrió horriblemente la obligación de ganarse la vida -añade Araújo sobrado de motivos para indagar en su biografía-, lo que le quitaba tiempo y energía para escribir. El dilema sigue vigente hoy pero la tendencia es a disimularlo, cuando no a despreciarlo. Considerar la cultura como mercancía es una falacia interesada que nuestras sociedades pagarán caro a largo plazo”.

Y es así, con la empecinada actualidad bajo el brazo, como el autor de Luna negra, La parte contratante, Los gatos blancos, Enemigo, Mercado libre o Trayectoria de la bala se atreve a recomendar algunos títulos de Kafka a la clase política de nuestros días: “Uno de ellos sería Cuadernos en octavo, porque no creo que fueran capaces de comprenderlo. Al menos, atisbarían que hay algo en la vida humana y en la sociedad que va mucho más allá de su estrechez de miras. Naturalmente, también El Castillo, por razones obvias, y los relatos Un artista del hambre y La muralla china. Este último contiene una actualísima metáfora sobre la distancia entre el poder y los ciudadanos”.

Finalmente, Araújo, que publicará en un libro la versión “del autor” de Kafka enamorado, no es del todo optimista con respecto a la situación que vive el teatro. Mucho más que kafkiana: “Desde el punto de vista de la creatividad estamos en un momento brillante, tenemos decenas de autores valiosísimos reconocidos internacionalmente pero desde el punto de vista de la gestión es una vergüenza. Los autores españoles son la auténtica ‘Marca España', mucho más que la tecnología, la industria y no digamos el comercio. España exporta cultura desde tiempos inmemoriales. Ahora se intenta montar casinos en vez de exportar autores que lleven nuestra imagen por el mundo”. Inevitable enfrentarse a estos choques de trenes, a los fantasmas de Samsa y Josef K y a las contradicciones entre la pureza del arte y la evasión del mercantilismo. Llega Kafka enamorado para ponerlo en evidencia.





Jesús Noguero en Kafka enamorado. Foto: Marta Vidanes.


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